lunes, 8 de octubre de 2018

Volar no es para gallinas

¿Gallina? ¿Yo? No sabían que Brell no le temía a nada. Bueno, había tenido miedo de que el Orbe me obsequiase con algo inútil. Incluso las arañas me imponían algo de respeto, pero era más asco que miedo. Pero, ¿a las alturas? Dibujar un gran ave y sobrevolar los acantilados era pan comido. Lo que me aterraba era que el ave creado con mi pluma se deshiciese por encima de las aguas. Pero eso no iba a pasar, yo controlaba, ¿verdad? ¡Ay! Sí que tenía miedo. ¿No sería mejor dibujar una cama elástica y divertirnos un rato?
¡Céntrate Brell! Tampoco sería para tanto. Y siempre me podría salvar Agatha con sus preciosas alas plateadas. El Orbe le había otorgado una capa que podía metamorfearse en distintas cosas, pero sin duda las alas eran lo mejor. Cuando mi mejor amiga me contó lo que le habían dado casi grito de envidia. Mi sueño en sus manos. Pero no podía odiarla, su mirada siempre sonreía y por esos ojos dorados sí que gritaría. Y bueno, yo tenía una pluma que podía dibujar cualquier cosa que escribiese. No sabía donde estaba el límite, pero seguro que podría hacer algo con lo que volar, solo que no lo había probado.
Miré al frente. Un mar inmenso, que se abrazaba al cielo en un punto indeterminado. Era precioso. Y la brisa era increíblemente agradable. ¡Debía hacerlo! No podía no intentarlo.
Saqué mi pluma y escribí en el viento. Me vino a la mente una idea mejor que una simple ave. Grifo. ¡Orbe misericordioso! ¿Y si aparecía el aparato que drenaba agua? Las letras brillaron y se agrandaron. Y ahí, ante mí se formó un grifo puramente blanco. Mitad ave, mitad felino. Me miraba como si viese mi alma.

- ¡Wow!- exclamó Agatha con la boca abierta.

- Ayúdame a subir.

Deformó la capa en las grandiosas alas que tanto adoraba y me aupó al lomo de la gran bestia. Esta giró la cabeza y se dejó acariciar. Las Oradoras me explicaron que la pluma no creaba vida, solo una ilusión de ella. Pero parecía tan real.
El grifo bramó al horizonte, extendió las alas y se fundió con la brisa del mar. A mi lado Agatha reía y con su risa me calmó por dentro. Y yo también reí, estaba sobrevolando el gran océano, lo que nunca creí real. Y yo era viento, con cada giro eramos luz, una maraña de pelo rosáceo a mi alrededor. Y yo era el agua, que fluía con ese olor a sal. Era lágrimas en mis mejillas, brotando de felicidad. Era magia y alegría, era un fuego artificial a punto de estallar. Mi sueño hecho realidad.


5. Chicken - Inktober 2018

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