Me gusta cuando sonríes. Sobre todo cuando me miras y en tu
rostro se dibuja una sonrisa pícara. Me pierdo en la infinidad de tus ojos y muero por dentro.
Me gusta cuando me rozas, tu piel junto a la mía, cuando
nuestros dedos se vuelven locos en una danza que no termina. Cuando ya no sé dónde
acaba mi cuerpo y dónde empieza el tuyo. Me gusta acercarme a tu boca, dándonos
tiempo a sentir la calidez de nuestro aliento. Y saborear tus labios como si
nunca lo hubiese hecho, fundirnos en uno. Y cuando el beso se alarga decido
recorrer tu espalda con mis dedos, deslizarme entre tu pelo, reconocerte a
caricias como si fuese ciego.
Me gusta acercarme a una de tus orejas y no poder evitar
morderlas un poquito. Y que me pagues con la misma moneda y sigas con la
artillería pesada de tu lengua. Cuando hace un giro y nuestra piel se eriza con
vistas de futuro, sabiendo que tendrá que pasar por el cuello. Cómo nos
detenemos y nos creemos vampiros. A veces muerdes tú, a veces soy yo el que muerdo.
Susurros y cosquilleo.
Me gusta desabrochar cada botón de tu camisa mientras con la
lengua juego, dejando al descubierto el vello de tu pecho. Nuestros corazones
se aceleran y comienzan los suspiros. Tú te deshaces de la barrera que supone
mi camiseta. Y cuando aun nos queda la segunda parte de nuestro vestido nocturno,
yo te recuesto sobre la cama. Te beso, me besas y sigo con el baile. Elijo el
camino más largo, quiero saborear cada poro de tu cuerpo. Sendero de besos.
Me gusta cómo te estremeces si te muerdo de camino al
placer, como me agarras la cabeza cuando me detengo en tus pezones, como mi
lengua se pierde entre el vello y mis labios se van quedando impregnados con tu
esencia. Y no me detengo, sé lo que estoy buscando, pero prefiero dar un rodeo.
Tus suspiros en el tiempo.
Me gusta cuando susurras mi nombre y no podemos más, notando
el latido, y no precisamente de nuestros corazones. Cuando el placer se siente
en cada roce, tu dureza junto a la mía. Y desabrocho botones y cremalleras,
todo lo que se interponga entre tu placer y mi boca. Descubro tu poder erecto y
juego con la lengua antes de llenarme entero. Y comienzan tus suaves gemidos,
yo sigo el ritmo, recordando su forma por completo.
Me gusta que me agarres el pelo cuando mi saliva es parte de
tu placer interno, que deslices tus manos por mi cuello. Y te miro y devuelvo
mi atención a tus labios, quiero que me pagues con besos. Me gusta cómo aprovechas mi
descuido y decides que es tu turno para tomar el control. Me giras en la cama
mientras mis dedos, atrevidos, siguen queriendo regalarte todo el placer
posible. Y tengo que parar porque desciendes tu camino, porque también te paras a
morderme, a pasar la lengua por lugares indebidos.
Me gusta cuando estás a punto de llegar allí abajo y al
sentir tu aliento yo quiero gritar. Cuando usas tus labios abarcándolo todo,
cuando bajas y luego subes, cuando tocas con la lengua mi placer entero.
Me gusta cuando nos olvidamos de todo, ya no existe el
mundo externo. Usamos manos y boca, uno, otro y los dos a la vez cuando podemos. Y
cuando ya hemos llegado a los infiernos, cuando recordamos las caricias por
todo el cuerpo. Y tú te abalanzas, tu cuerpo sobre el mío y te ayudo con los
dedos.
Me gusta que te vayas liberando, todo gestos y aliento,
susurros que se sienten internos, gritos desde el cielo. Que me introduzcas en
la oscuridad con cuidado para brillar los dos como nunca. Ser dos en uno,
sintiendo en conjunto, la piel ardiendo y nuestros gemidos al viento.
Me gusta recorrer tu cuerpo cuando sucede nuestra danza,
apretar con fuerza culo y espalda cada vez que me estremezco. Los dos en un
carrusel de magia al ritmo de nuestros versos. Los dos en la cúspide, rozando
nubes y placer costero.
Y al final me gusta ver como se libera tu alma, tu semilla
con la mía. Los dos exhaustos, sin energía, abrazados hasta el fin de los
tiempos.
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