Un intenso zumbido me despierta. Levanto los párpados con
cautela, algo me dice que no me va a gustar lo que voy a encontrar. No sé dónde
estoy, giro a mi alrededor y no me ubico. Ni siquiera sé cómo he llegado hasta
allí. Es una nave, eso seguro, pero no es la mía. Empiezo a asustarme, no
recuerdo nada, todo lo anterior a esto se ha esfumado. Como cuando despiertas y
sabes que has soñado, pero no sabes con qué. Así me siento. Intento levantarme
sujetándome a la pared, mi traje espacial pesa demasiado y se me tensa el
cuerpo. Dolor. Una sensación que se acentúa conforme voy tomando conciencia de
mi existencia. Y este casco sobre mi cabeza, reduce mi visión y me molesta,
pero no consigo quitármelo, tendré que dejármelo puesto. Aun con ello siento un
hedor repulsivo, no sé cuanto podré aguantarlo.
Veo unas letras en una de las paredes y me acerco para
observarlas por si me ofrecen alguna pista. Nada. No tienen sentido. Debe de
ser una nave alienígena, como si hubiese pocas en el espacio. Sin embargo hay
una marca en un borde que quiere sonarme, que me llama. La rozo con la yema de
los dedos y, de repente, una melodía fluye por mi mente, imágenes cambiantes
que no se coordinan. Y sin más para, pero no para traer silencio, para nombrar
algo peligroso, algo que nadie querría oír: Labyrinth Spacecraft. El miedo
corroe lentamente cada poro de mi cuerpo, y me estremezco. No puede ser. No
podían haberme elegido a mí para sus juegos. Estaba en la "Nave Laberinto",
lugar detestable y show televisivo. Era simplemente asqueroso. Seleccionaban a
gente siguiendo un oscuro método que nadie quería saber, les encerraban en una
nave misteriosa y les hacían seguir sus reglas para poder salir. Muy poca gente
lo conseguía, y los que lo hacían no quedaban precisamente cuerdos. Pero eso no
era lo peor, no. Había algo que hacía mucho más "maravillosa" a esta
nave. Cuanto más tiempo pasabas en ella, menos recuerdos te quedaban. Solo aquellos
ligados al subconsciente, a emociones muy fuertes, conseguían mantenerse, muchas
veces ni eso. Me entran arcadas, mi corazón se va a salir desbocado de mi pecho.
¿Por qué yo?
Prácticamente ya con lágrimas empapando mi rostro me
sobresalta un gruñido. Dada mi suerte estaba claro que no podía ser humano, que
algo se acercaba y me acechaba. El sonido se incrementa por momentos, mi
respiración se acelera. ¡Necesito salir de aquí! Pero no tuve tiempo, al
segundo lo tenía encima. Un bicho repulsivo se me acerca, es enorme y viscoso.
Y verde. Por un momento ese color me paraliza. Es un verde que me recuerda a
algo, ¿pero a qué? Sin pensarlo mucho más palpo por instinto mi cinturón. ¡Eureka!
Hay una pistola. La saco con rapidez y disparo, casi sin mirar. Esto parece dárseme
bien, he acertado de lleno y, mediante el sonido más desagradable que podía
imaginar, el bicho revienta. Lo deja todo pringado del líquido que lo formaba.
Un charco esmeralda donde antes había solo suelo. Y algo más. Mi mente vuelve a
llenarse de imágenes sueltas, no parecen tener coherencia. Más ahí estaban,
esos ojos pícaros de mirada burlona, ese bosque que me abraza. Tan verdes, tan
llenos de vida, que me encantaban. Tan verde olvido. Mirarlos hacía que todo lo
demás desapareciera. Me escrutaban curiosos y me purgaban el alma. Me di cuenta
de que todo rastro de miedo había desaparecido, se cambió por calma. ¿Cómo
podía haber olvidado esa mirada? No pude evitar sonreír y eso a su vez recordó
su sonrisa. Una curva perfecta en sus tiernos labios, una caricia cálida y
divertida. Esa sonrisa, con todas sus letras en mayúscula. Por fin logré montar
el puzle, me acordé de toda ella. Una chica dulce, de risa musical y
encantadora. Una chica que para mí era un todo, que no solo me hacía feliz, me
hacía sentirme yo, libre y diferente. Me hacía sentirme simplemente especial.
Era lo único que recordaba, en mi mente nada más había y, sin
embargo, algo no cuadraba. No recordaba sus besos, sus caricias, nunca los
hubo. Yo la veía como una amiga, al menos eso creía. Pero, ¿por qué ahora
parecía tan distinto? ¿Por qué no paraba de pensar en ella? ¿Siempre había sido
tan intenso y no me había dado cuenta? Me gustaría pensar que no, pero algo me
dice que sería mentira. Siempre lo supe y no quise verlo. Le negué mi corazón,
pero en realidad solo me negaba a mí misma. Que fuese una mujer no era lo que
me asustaba, sabía que no. Simplemente quise protegerme ante este sentimiento,
este amargo sentimiento que a todos nos atrapa y nos devora por dentro.
Entonces me di cuenta. Tenía una meta, algo que lograr. Debía
salir de aquella nave, lucharía por mi vida y sobreviviría. Tenía que
encontrarla, susurrarle al oído lo mucho que me llena. Tenía que abrazarla,
besarla, al menos una última vez y, con suerte, el resto de mi vida. ¡Espérame
porque estoy llegando! Nadie podrá pararme ahora.
Pole
ResponderEliminar